A veces pienso en todo lo que he vivido hasta ahora. En los días que pasé explicando mis emociones, rogando que me escucharan, que me entendieran. En las noches en que me acosté con una sensación de vacío. Creyendo que, tal vez, mi forma de ser era una carga, que tal vez estaba pidiendo demasiado. Hubo tantas veces que creí que el amor no era para mí. Me cansé de conocer a tantas personas que no entendían lo que realmente necesitaba, que me hacían sentir que mis expectativas eran demasiado altas, que tenía que pedir que me dieran lo mismo que yo les daba por sentido común. Pasé por situaciones en las que me dijeron que era perfecta solo para después hacerme sentir que algo en mí estaba mal. Recuerdo cómo me acostumbré a palabras que no pesaban nada y a promesas que nunca llegaron más lejos que ser una intención vacía. Recuerdo las veces en las que me callé temerosa para evitar una discusión o alguna incomodidad, en las que me hice pequeña porque ser yo parecía demasiado.
Conocí personas que me hicieron sentir invisible cuando lo único que quería era que me miraran de verdad. Personas que se enamoraron de mi risa en público, como si fuera un adorno para sus vidas, pero me pidieron que guardara silencio cuando estábamos solos. Me pidieron que fuera más tranquila, que dejara de hablar tanto, que dejara de ser tan yo. Otras que vieron mi inteligencia como un trofeo como si fuera suya para presumirla a los demás, nunca desde el lugar correcto. Unas que dijeron amarme, pero desaparecieron cuando les mostré mis miedos, mis días grises, mis inseguridades, como si no hubiera espacio para "tanto" en sus vidas. Personas que amaron lo que les convenía de mí y apartaron la mirada de lo que no les resultaba cómodo. Hubo quienes me quisieron, pero no supieron cómo ver la totalidad de lo que era. Otros que me amaron por lo que veían, por mi cuerpo, pero no por lo que pensaba, por lo que sentía, por la manera en que me emocionaba por las cosas, por mi alma que necesitaba ser entendida. Amaron la imagen que tenía, la forma en que me movía, pero nunca intentaron mirar más allá de la superficie. Se sintieron atraídos por lo que era visible, por lo que encajaba en su idea de belleza, pero no supieron cómo amarme cuando les mostré mis pensamientos profundos, mis preocupaciones, mis emociones intensas, mi visión del mundo o mi mente que siempre estaba en constante movimiento. Hubo quienes dijeron que era difícil de entender, que mi intensidad era agotadora, que mi forma de sentir las cosas hacía todo más complicado. Creo que, al final del día, vieron mi profundidad como una amenaza, mi sensibilidad como un defecto, mi autenticidad como algo que necesitaba ser moldeado.
Y, hubo también quienes, sin darse cuenta, me anclaron más de lo que me elevaron. En vez de alentarme a ser más, a crecer, me sujetaron a sus inseguridades, a sus limitaciones. No solo no me ayudaron a crecer, sino que me mantuvieron anclada en un lugar que no era el mío. Me ofrecieron su amor, pero sus expectativas me ataron, sus inseguridades me hicieron dudar de mí misma, y sentir que no valía la pena buscar más allá de lo que ya era. Con ellos, no hubo impulso, no hubo crecimiento, solo estancamiento. Me hablaron de sueños, pero me limitaron a sus propias expectativas. Intentaron moldearme a su idea, a lo que querían que fuera. Y en su necesidad de control, olvidaron que lo más hermoso de una relación es levantarse mutuamente, crecer juntos, elevarse el uno al otro. Pero ellos no me levantaron, me anclaron. Me mantuvieron en un lugar donde mis sueños, mis ambiciones y mi esencia se sintieron atrapadas. Se quedaron con lo que era fácil, lo que les convino, y me dejaron sin la libertad de volar. Me pidieron que me quedara, que me conformara, cuando lo único que yo deseaba era volar y ser libre, alcanzar la mejor versión de mí misma.
Y me hicieron dudar de mí misma. Tanto que llegué a pensar que el problema era mío. Que tal vez no había lugar en este mundo para alguien como yo. Que mi risa, mis lágrimas, mis palabras, mis pensamientos, mis silencios y todo mi ser eran demasiado para cualquiera. Me hicieron sentir que tenía que ser menos, que tenía que adaptarme, reducirme, aceptar migajas y hacerme pequeña para encajar en sus vidas. Así que aprendí a callar, a dejar de pedir, a quedarme en silencio, porque siempre me decían que ya estaba pidiendo demasiado. Hubo veces en las que sentí que mi risa era demasiado ruidosa, que mis lágrimas eran demasiado intensas, que mis palabras no eran suficientemente fáciles de digerir. Y por más que intenté cambiar, por más que me esforcé por encajar en sus expectativas, algo dentro de mí sabía que esa no era la forma correcta de vivir, que eso no era lo que merecía. Pero aun así, me quedé. Me quedé porque no quería estar sola, me quedé porque pensé que tal vez mi forma de ser era la que estaba mal, que tal vez pedir todo lo que necesitaba era pedir demasiado. Y poco a poco, me fui adaptando. Dejé de soñar tan alto, dejé de luchar por lo que realmente quería. Me conformé con lo que había. Y me quedé en el lugar que crearon para mí, olvidando que tenía alas para volar.
Pero en el fondo, siempre quedó esa pregunta:
¿Será que estoy destinada a esto?
¿Será que pedir todo lo que quiero es pedir demasiado?
Hubo momentos en los que creí que estar sola era la única opción, que mi forma de sentir, mi intensidad, mi risa, mis lágrimas, mi autenticidad, mis palabras y silencios, eran demasiado grandes para este mundo. Así que elegí estar sola, no como un acto de tristeza, sino como un acto de protección. Porque la verdad, los besos vacíos, las palabras que se llevó el viento, y las promesas rotas me dejaron cansada. Aprendí a cuidarme, a amarme y a darme todo lo que los demás no pudieron. Aprendí a disfrutar mi compañía, a no esperar nada de nadie, a no depender de alguien para sentirme completa, a cuidarme sola porque nadie más lo iba a hacer. Y, poco a poco, la soledad dejó de ser un peso. Fue en ese momento, cuando me permití estar sola, que entendí que no estaba pidiendo demasiado. Solo estaba pidiéndole lo correcto a las personas equivocadas, a esas que no sabían amarme como necesitaba ser amada. No era que mis expectativas fueran irrealistas, solo estaba esperando a alguien que me viera, que viera todo lo que soy. Alguien que, sin esfuerzo, me entendiera. Alguien que se quedara.
Y entonces, llegaste tú. No porque te haya conocido aún, sino porque te siento, te intuyo, y sé que vas a llegar en el momento perfecto. Y con tu llegada, todo se acomodará. No sé cómo sucederá exactamente, pero todo encajará de una manera que no habré experimentado antes. Y sé que, por fin, todo tendrá sentido. Porque no voy a tener que pedirte que me veas, que me escuches, que me entiendas. No me pedirás ser alguien diferente, ni me harás sentir que mis inseguridades son una carga. Contigo, mis defectos no serán imperfecciones, serán partes de mí que encuentras hermosas. Y sin que te lo pida, me darás lo que siempre quise: tu atención, tu comprensión, y lo más importante, tu tiempo. Todo lo que siempre pareció difícil con otros, contigo fluirá de manera tan natural que me hará darme cuenta de lo que realmente merecía, y de lo que nunca supe que podía tener. Tú no me vas a hacer sentir que tengo que ganarme tu atención o tu respeto. No vas a necesitar que te explique por qué algo me duele, porque simplemente vas a saberlo, porque entenderás cuándo escuchar, cuándo ofrecer tu apoyo y cuando simplemente estar, sin que yo tenga que pedírtelo. Me vas a enseñar que no pedía demasiado, que lo que busco no es algo fuera de lo común, sino algo natural, algo que no se debe forzar ni rogar. Serás la persona que no vea mis emociones como un obstáculo, sino como una parte esencial de lo que soy. No necesitaré ajustarme, no tendré que esconderme ni hacerme más pequeña para que encaje en tu mundo, porque en el tuyo, ser yo será más que suficiente.
Vas a escucharme porque quieres hacerlo, porque genuinamente te interesa, porque te nacerá estar ahí en mis días buenos y en los malos. No te asustarán mis emociones, mi intensidad no será un problema para ti, será algo que apreciarás porque es parte de lo que soy. Tú no vas a compararme con nadie, ni a tratar de moldearme para encajar en una idea tuya. Vas a querer conocerme como soy, con todas mis versiones, con mis luces y mis sombras.
Y conocerte será lo más fácil del mundo, no porque todo será perfecto, sino porque contigo no habrá necesidad de forzar nada. Lo que tendremos no será complicado. No será un esfuerzo. Será como si todo fluyera sin que tuviéramos que forzarlo. No necesitarás convencerme de que mereces estar en mi vida, porque tus acciones lo dirán por sí mismas. Serás esa persona que hace las cosas bien, no para demostrar algo, sino porque te nace, porque quieres que todo fluya entre nosotros de la forma más honesta y pura posible, porque fallarme a mí sería fallarte a ti mismo. Contigo, la confianza será algo natural, como una conversación que nunca se detiene. Contigo, las pequeñas cosas serán las que más importen, las más grandes: un mensaje de buenos días, una llamada inesperada cuando el día haya estado pesado, un abrazo cuando menos lo espere, una sonrisa que diga todo lo que las palabras no pueden expresar, la forma en que escucharás mis historias sin juzgar y con un interés genuino, porque realmente te importan, no porque tienes que hacerlo, como si cada palabra que salga de mi boca fuera un tesoro. Me mirarás como si estuviera hecha de algo bonito y frágil, pero también fuerte y único. Y, por primera vez, no sentiré que tengo que luchar por tu atención o por tu amor. Contigo, no habrá dudas ni inseguridades. Habrá solo la certeza de que lo que tenemos es real, de que lo que habíamos estado buscando por tanto tiempo, siempre estuvo ahí, en nosotros.
Y me harás sentir segura, libre de ser quien soy, sin la necesidad de esconder nada, porque me verás con esa mirada que dice “estás bien, tal como eres”. Con tus acciones, me demostrarás que lo que deseaba no era irreal. Ese amor genuino, que no pide explicaciones ni justificaciones, que no pide nada más que ser vivido, estará ahí, a tu lado. Y harás todo de manera natural, como si te naciera cuidar de mí. Vas a ver mis emociones no como algo que me hace difícil de amar, sino como una parte integral de lo que soy, de lo que quiero llegar a ser. Y me vas a dar espacio para ser yo misma, para brillar, sin que sienta que tengo que pedir permiso para existir en toda mi totalidad.
No vas a necesitar que te explique mis miedos, mis inseguridades, porque sabrás que son solo partes de mi viaje, y estarás allí para caminar a mi lado. A veces, cuando hables, sentiré como si ya me conocieras desde siempre. Entenderás cuando no tenga ganas de hablar, cuando mis pensamientos se enreden o cuando me pierda en mi mundo. No necesitarás entenderlo todo, solo estar ahí, escuchándome, y eso será más que suficiente. No tendrás miedo de mis días grises, ni de mis silencios, porque sabrás que ahí también soy yo, y me aceptarás con todo lo que soy. No me vas a pedir que sea menos, porque sabrás que lo que soy es suficiente. Y sé que no vas a anclarme, no vas a tratar de retenerme en un lugar donde no soy yo, en donde no me siento plena. Tú vas a levantarme, vas a empoderarme para que pueda ser aún más de lo que ya soy, más fuerte, más feliz, más segura, más tranquila, más libre. Y lo más importante: me harás recordar que soy suficiente, que no necesito cambiar para merecer ser valorada.
Y puede que vivas lejos o que las circunstancias tal vez no sean las ideales. Pero nada de eso va a ser relevante, porque las cosas contigo van a fluir de una forma que nunca antes había conocido. No va a importar nada, porque con tu presencia, todo encajará. No habrá dudas, no habrá juegos, solo nosotros, sin complicaciones. No nos afectará la distancia, ni las diferencias, porque para nosotros, estar juntos no será cuestión de lugares, sino de querer trascender.
Y cuando llegues, me mirarás con la misma intensidad con la que miro yo a la vida. Y sé que seremos dos personas que se entienden, que no necesitan forzar nada, que solo necesitan ser, ser nosotros, juntos. Porque contigo todo se sentirá como estar en casa, como un lugar donde puedo ser libre, donde puedo ser yo misma sin temor a perderme. Contigo, no tendré que pedirte nada. Tú ya sabrás lo que me hace sentir bien, sabrás cómo cuidarme sin que tenga que decirlo. Y cuando me digas que me ves, que me entiendes, me daré cuenta de que nunca tuve que pedir tanto. No era que mis expectativas fueran altas, era que estaban hechas para alguien como tú, alguien que simplemente sabe cómo hacer las cosas bien porque lo hace desde el corazón. Con nadie más habré sentido eso, esa paz de saber que lo que estoy viviendo no es un esfuerzo, sino algo que fluye sin tener que forzarlo.
Y sí, aunque la vida nos haya llevado por caminos diferentes, no me arrepentiré de nada. Cuando te mire, sabré que todo habrá encontrado su lugar. Entenderé que todo lo que viví me trajo hasta ahí, hasta ese momento, hasta ti. Cuando llegues, todo tendrá sentido. Me harás ver que no estaba equivocada al soñar con alguien así, que todo lo que deseaba existía, solo estaba esperando a encontrarte. Y ahí, a tu lado, las expectativas desaparecerán.
Es cierto que no soy ni seré perfecta, y tú tampoco, pero no necesitaremos serlo. Juntos encontraremos la perfección de estar en el mismo lugar, en el mismo tiempo, con la certeza de que no tenemos que pedir nada más. Y tampoco necesitaremos siempre entenderlo todo, porque lo que tendremos será real, será nuestro. Lo único que necesitaremos es ser, estar, y saber que no buscaremos nada más ahí fuera, porque no existirá nada que le pueda ganar a lo que estaremos construyendo, juntos. Con nuestra presencia, todo lo demás dejará de ser tan importante, porque ahí, entre tú y yo, seremos suficiente.
Y, por fin, entenderé por qué tuve que pasar por todo lo anterior, por qué tropecé tantas veces con las mismas piedras, por qué tuve que aprender a quererme primero, a estar sola. Porque estar contigo no será una batalla, sino un descanso. Sabré que no hace falta forzar nada, porque lo nuestro será natural, como encontrar el lugar donde siempre quise estar: a tu lado, siendo yo misma, sin miedos, sin reservas, sin ataduras, sin expectativas absurdas. Y comprenderé que lo mejor está por venir, porque lo que había esperado toda mi vida, lo habré encontrado. Porque cuando te mire, sabré que finalmente llegaste a casa, y yo contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario