No creo en las coincidencias, nunca lo he hecho.
Creo que los caminos se cruzan por alguna razón,
que hay hilos invisibles que nos llevan exactamente
al lugar y a la persona que necesitamos.
Y contigo se siente así.
Creo que nos conocimos cuando no era el momento.
Ambos teníamos que crecer y aprender,
pero el Universo, con su infinita paciencia,
nos dejó reencontrarnos,
ahora quizá un poco más listos.
He aprendido que hay conexiones que llegan sin aviso,
como si el destino hubiera estado planeándolas todo este tiempo.
No sé cómo ni por qué,
y para serte sincera,
por primera vez no me lo pregunto tanto.
Cuando nos conocimos, todo fue tan ligero,
tan natural, tan puro, tan fácil e inocente.
Como si siempre hubiera estado destinado a ser así.
No sé cómo explicarlo,
pero desde el principio hubo algo
que simplemente hizo click,
sin pensar, sin forzar nada.
No había expectativas
y creo que eso nos permitió formar
una amistad genuina,
sin pretensiones.
Y surgió una conexión natural,
desinteresada,
de esas que no necesitan explicaciones.
Sin embargo, no era nuestro momento
para buscar algo más,
y creo que el Universo sabía que
ambos teníamos que aprender a ser
quienes somos ahora,
para vivirnos de verdad.
Y ahora, después de tanto tiempo,
nos hemos reencontrado
y todo se siente diferente.
Como si esa chispa que alguna vez dejamos pasar
hoy brillara con más fuerza,
con más intensidad.
Me sorprende lo fácil que es pensar en ti y
sonreírle como tonta al teléfono.
Me encanta leerte y lo mucho que nuestras
conversaciones llenan mi día.
Me emociona escuchar todo sobre tus sueños,
tus pasiones, tus hobbies, tus miedos,
lo que amabas de niño, dónde te gustaría envejecer
- y cómo cada historia que compartimos nos va acercando.
Quiero seguir conociendo cada rincón de quién eres,
de quién fuiste,
de quién quieres ser.
Por mucho tiempo pensé que el amor
era una pérdida de tiempo,
un peso o una carga.
Tal vez, en mi miedo,
imaginaba que las relaciones traían consigo
un robo de paz y energía,
una sensación de desbalance.
Pero contigo es diferente:
por primera vez
me siento tranquila,
ligera, suave.
Sin exigencias ni presiones.
Es nuevo, sí,
pero eso lo hace aún más especial.
Hace tanto que no me sentía así.
Había olvidado lo que era emocionarse por alguien.
Pero contigo no hay solo emoción,
contigo hay calma,
como si todo en mí encontrara su lugar.
Y sí, la distancia está ahí,
pero no pesa tanto como debería.
A veces cierro los ojos
y te imagino al otro lado del mundo,
sonriendo cuando ves algo que te recordó a mí
o escuchando una canción que me dedicarías sin decirlo.
Quiero creer que te pasa lo mismo,
que también te encuentras preguntándote
en tu soledad
cómo hacer esto funcionar,
cómo acortar la distancia,
cómo convertir esta conexión
en algo más que un sueño.
Que, aunque estamos rodeados de incertidumbre,
eso también tiene su magia.
Estoy aprendiendo a soltar el control,
a permitirme fluir y dejar que las cosas
sean lo que tengan que ser,
a no pensar tanto en el cómo ni en el cuándo,
sino en el ahora.
Porque lo que siento por ti,
aunque aun no tenga todas las respuestas,
se siente tan real,
se siente tan bien.
Pase lo que pase,
estoy agradecida por haberte reencontrado.
Gracias por esto.
Por ser la sonrisa inesperada en mis días,
por recordarme lo bonito que es emocionarse de verdad
y por darme esperanza.
Por hacerme sentir que aún me queda mucho por descubrir,
por sentir, por vivir.
Hoy, quiero no pensarlo tanto y simplemente disfrutar,
Caminar a tu lado,
aunque sea de lejos,
y ver hasta dónde nos lleva esto.
Porque contigo,
incluso la incertidumbre se siente como un lugar seguro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario