Aún recuerdo la primera vez que te vi.
Y cómo olvidar ese momento,
tenías esa forma peculiar de entrar a un lugar
y hacerte notar.
Recuerdo tu mirada,
tu sonrisa,
tu voz,
tu acento tan característico,
y esa risa ruidosa capaz de llenar cualquier espacio.
Desde el inicio, lo supe:
lo nuestro era una conexión diferente.
Y pensando en retrospectiva,
creo que todo el mundo podía verlo…
menos nosotros.
Al poco tiempo,
tu mente me deslumbró,
tu intelecto me fascinó,
tu pasión me envolvió,
tu energía me atrapó.
Éramos fuego contra fuego,
dos almas encendidas,
intensas, apasionadas…
tan parecidas que chocaban.
Y con cada choque,
nos consumíamos,
desgastándonos.
Cada encuentro era una explosión.
Cada despedida,
un abismo.
Nos encontramos y
nos perdimos tantas veces,
como dos estrellas
que no podían coexistir.
La conexión era innegable,
pero nunca supimos cuidarla.
Desde el principio,
hicimos las cosas mal.
Y lo que empezó con cimientos frágiles,
terminó derrumbándose bajo el peso de tu mentira.
Ojalá tú hubieras sido más honesto.
Ojalá yo no hubiera puesto tanto peso en lo que éramos.
Ojalá...
hay tantos "ojalás".
Pero al final del día,
no fuimos más que un instante eterno
que no supo durar.
Y hoy solo queda el eco
de lo que fuimos,
resonando en mi pecho...
como un susurro lejano
que poco a poco
se apaga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario