Oye tú,
¿cómo le has hecho para que
mi corazón tenga tantas ganas
de querer de nuevo?
Me sientes temblar
y tu respiración me da calor en el cuello.
Tus labios besan mi frente,
mis manos parecen adictas a tu cabello.
Estoy junto a ti,
temerosa.
Tú estás tan cerca,
tan irreal.
Rompo el hielo de la distancia
con un beso y tú el temor
con caricias en mi cuerpo.
"No te vayas, hace frío",
"aunque ya sea tarde,
quédate conmigo".
Tú me miras,
yo sonrío.
Y el dolor se
vuelve pequeñito.
Somos todo
en este momento.
No pienso en nada,
sólo en tu tiempo.
Te quiero mío,
me quieres tuya.
Y la vida,
por primera vez,
parece justa.
Había olvidado lo que era
ponerme nerviosa al leer una
conversación desde mi celular,
esperar con ansias que
llegue alguien a un lugar,
entristecerme si me dicen
que no vendrá.
Creo que es más fácil
recordar lo que al corazón
le puede pasar
cuando le tiemblan las piernas,
cuando siente miedo de nuevo,
cuando se comienza a preocupar.
Pero bueno,
no quiero volver a la
posición de no atreverme a querer
por miedo a fracasar.
Pero es imposible
no sentirme un poco tonta
al esperar algo de ti.
No sé qué vaya a pasar.
Tal vez ni si quiera surge nada.
Tal vez surge todo.
Lo único que sé es que
no quiero quedarme con la duda
de lo que pudo ser.
Tal vez no existe tal cosa
como el destino.
Tal vez son simplemente
las oportunidades que se nos dan
y lo que hacemos con ellas.
Estoy empezando a pensar que quizás
los grandes y épicos romances
no ocurren por casualidad.
Tenemos que hacerlos
nosotros mismos.
— m.f. // Algo diferente
No hay comentarios:
Publicar un comentario