El problema no es enamorarte, no hay nada de malo en eso. El problema es que lo haces sin querer, sin amor, sin compromiso, sin fidelidad, sin honestidad, sin ese brillo en los ojos que te delata. El problema es que no quieres volver a hacerlo, eres del grupo de los resentidos, de los que se vuelven unos completos cobardes.
El problema es que vas desesperado, confundiendo cuerpos son sentimientos, apostándole a la razón lo que es del corazón. El problema es que no entiendes que el amor no es nada más que un juego de niños, de inocencia, de risas, de abrazos, de besos en la frente y de sonrisas inesperadas.
El problema es que malbaratas tus ilusiones, vas por ahí dando besos que te saben a nada, visitando lugares que te dejan más vacío, más sucio, más escéptico. El problema es que vives con una indiferencia acumulada hacia el destino, que eso de las almas gemelas te suena cada vez más a una mentira y piensas que darlo todo por alguien y terminar con el corazón roto es la peor idea del mundo.
El problema es que te acostumbras a las sobras, a las mediocridades, a las cosas a medias. El problema es que la idea del romance se ha trastornado tanto en tu cabeza, que te sientes afortunado de que te contesten rápido los mensajes. Te emociona el hecho de tener la atención de esa persona, cuando así debería ser en primer lugar. El problema es que aceptas menos amor del que mereces y te desvaloras. Te pones en oferta y colocas una venda en tus ojos, diciéndote que es peor estar solo.
El problema es que le tienes tanto miedo a esa soledad, que aceptas compañía en lugar de cariño, desarrollando una codependencia y aferrándote a la persona equivocada. Esa que te hace sentir demasiado poco y que no tiene tiempo para ti. Esa que te llena de pretextos estúpidos y que te da largas. Esa que no te da prioridad y que dice que no le alcanza el tiempo o que la distancia es demasiado larga.
El problema es que no entiendes que eso de pedir las cosas nunca funciona, porque quien quiere, forma parte de tu vida. Y quien no, pone un millón de obstáculos y malas excusas para no hacerlo. El problema es que no entiendes que nunca es el momento indicado para quien no quiere. Para quien no se siente completamente listo. Para quien no está dispuesto a creer que eres tú. Para quien no deja de voltear a ver su pasado. El problema es que te gusta estar en ese lugar donde no te valoran. Donde no te dejan crecer. Donde no floreces.
El problema es que te falta paciencia, te falta valorarte, te falta conocerte. Antes de ofrecer tus sentimientos al mejor postor, debes aprender a estar solo, a mandar a volar todo eso que no te aporta. Aprender a conquistarte a ti mismo, antes de que alguien más lo haga. El problema es que te falta quererte, por eso es que andas por ahí buscando amor con los ojos vendados.
Y para colmo, ni siquiera sabes cómo te gusta que te quieran. Por eso terminas aceptando cualquier cosa, pretendiendo que eso te hace feliz, fingiendo que eso te llena. Como si la vida se tratara de andarte conformando. Como si no hubiera alguien ahí afuera esperando encontrarte y verte como ese arte que eres. Porque sí, déjame decirte que la persona correcta te va a ver arte hasta detrás de las orejas.
El problema es que te han hecho tanto daño que ya no confías, que crees que todos van a lastimarte, que ya nadie llega con buenas intenciones. El problema es que te cierras. Le cierras la puerta a la oportunidad, a la sorpresa, al amor. Y dejas que la amargura te arruine.
El problema es que crees que ya nadie puede dejarlo todo sobre la mesa, que ya nadie se vuelve loco, que ya nadie está dispuesto a lo que sea con tal de sacarle brillo a tu sonrisa. El problema es que le haces caso a todas esas personas que dicen que no vale la pena, que terminarás solo, que eso del amor es una causa perdida, que ya nadie se toma en serio las cosas.
No permitas que te vean la cara diciendo que eres muy exigente, que te vas a quedar solo. No te pongas en oferta. Si hay que pedir las cosas, entonces no tiene sentido. Si tienes que convencer las ganas del otro, entonces te estás engañando. Y es que, ese incomparable sentimiento de alguien queriendo aferrarse a tu vida con todas sus fuerzas, nunca debe acabarse. Y eso, esa maldita, dulce y bella sensación, de eso se trata todo esto.
¿Buscas un amor bonito como los de antes? Primero ofrécelo tú. Date lecciones de autoestima, grábate en la memoria que no estás para mediocridades, que eres un milagro y mereces que te vean como tal. Así que deja de entercarte con esos lugares donde no floreces y con esas personas que no te valoran.
Empieza de nuevo, toma un camino diferente. No tengas miedo. Sé que te han hecho daño más de una vez. Pero debes seguir intentando, reconstruyéndote, llenándote de valor para confiar una vez más con los ojos cerrados. Y es que así es esto, intentar y fallar, volar y caer, querer y olvidar, sonreír y llorar, agarrar y soltar. Las bienvenidas también deben incluir despedidas y eso debería estar claro.
Los corazones rotos siempre terminan sanando. Y es preferible hacerte el valiente y volver a enamorarte, aunque eso implique acabar hecho pedazos una vez más. Porque la posibilidad de encontrar a la persona correcta, sin duda alguna vale la pena.
Te voy a contar un secreto sobre estar con la persona correcta. Y aunque no lo creas, no es tan complicado como parece. Lo importante es prestarle atención a los detalles, porque es ahí donde está toda la magia.
Sabes que estás con la persona correcta cuando te duele la panza de tanto reír. Cuando te llena de cumplidos y frases cursis. Y por primera vez en tu vida, te lo crees. Cuando los miedos y las inseguridades se desvanecen. Cuando te ves más atractivo en el espejo y hasta te llegas a desconocer. Cuando sin darte cuenta, traes una sonrisa de oreja a oreja y tus amigos te molestan por eso.
Sabes que estás con la persona correcta cuando te vacías los pretextos y no opones resistencia alguna. Cuando te dejas ir como gorda en tobogán o como niño chiquito persiguiendo palomas en un parque. Cuando no le das tantas vueltas al asunto, sólo quieres y te dejas querer. Cuando te enfermas de felicidad y no puedes dejar de sentir que estás en el lugar indicado.
Sabes que estás con la persona correcta cuando sientes un hormigueo por todo el cuerpo y te das cuenta que las mariposas en el estómago se quedan cortas. Cuando te sientes motivado a levantarte cada día y tu familia te pregunta por qué andas tan contento últimamente. Cuando quieres intentarlo con todas tus fuerzas y que las cosas salgan bien. Cuando se te olvida ese pasado que tanto te agobiaba y no dejas de pensar a futuro.
Es ahí donde te das cuenta, que has encontrado a alguien que vale la pena. Es así de bonito como debe sentirse, sin forzar nada, sin pedir nada. Así que ojalá dejes de conformarte con migajas y el Universo te cierre la boca, mandándote exactamente lo que mereces.
— m.f. // Enamorarte de la persona correcta
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