Vivimos en una época en la que está de moda la falta de compromiso. En la que el no querer nada serio ha remplazado las pláticas por teléfono en la madrugada.
Vivimos en una época donde no se disfruta la vista. Donde todo es tan rápido que lo días de campo y las citas bajo las estrellas han perdido su encanto.
Vivimos en una época donde ya no se escuchan serenatas, enviar cartas se ha convertido en algo completamente ridículo y regalar flores es cosa del pasado.
Vivimos en una época donde ya nadie se enamora a primera vista, con callejones que ya no cuentan historias de amor.
Vivimos en una época donde las cosas se dejan ir demasiado rápido, ya nadie quiere luchar. Todos tienen una segunda opción preparada, un as bajo la manga. O mejor dicho, otra persona esperando su turno.
Vivimos en una época donde se olvida fácilmente y todos se han vuelto desechables. Tanto que la fidelidad se ha convertido en un mito, ya nadie cree en eso.
Vivimos en una época donde todos son opciones y parece que hay que ganarse un lugar. Donde se persiguen cuerpos, olvidando que las flores se llevan dentro y que lo de afuera tarde o temprano se marchita.
Vivimos en una época donde pocos se atreven a amar y a entregarse por completo. Donde parece mejor opción andar escondiendo el corazón por miedo a salir lastimados.
Vivimos en una época donde ya nadie quiere querer bonito y ya todo es algo pasajero. Los sentimientos tienen fecha de caducidad y andar con alguien dura lo mismo que un atardecer de verano.
Vivimos en una época en la que la mediocridad es la base de las relaciones, las promesas se entregan vacías y los para siempre son cuestión de semanas o meses.
Vivimos en una época donde se asusta al amor, quitándole el derecho de hacer de la vida, algo más digerible. Qué flojera creer que el amor es eso. Ver si funciona y si no, salir corriendo. Huir cuando las cosas se ponen difíciles. En serio, qué flojera creer que el amor no es nada más es eso.
Es por eso que desde hace tiempo me gusta estar sola. Ya no me llaman la atención esos amores que inician como un gran incendio y se apagan en una semana. Ya no estoy para amores mediocres, para esos que juran quererme y luego desaparecen. Para andar aguantando pretextos de personas que no están listas o siguen amarradas a su pasado.
Entendí que el amor nunca se encuentra como en las películas románticas, que en realidad se construye poco a poco. Que las caídas destruyen, pero también fortalecen. Es simplemente cuestión de enfoque. Insisto, ya no estoy para amores mediocres. Para andar mendigando, para recibir limosnas, para conformarme con lo que sobra. No, estoy para que me quieran con todo y me vayan ganando día a día. Para sentir algo bonito de nuevo, para dejarme llevar por la marea y que no me importe donde termine revolcada.
Ya no quiero perder el tiempo con personas que juegan, que tienen una baraja de cartas bajo la manga. Ya no me siento tan miserable como para dejar que me traten como una simple opción. Ya no estoy para amores que no van a ningún lado. Porque si me van a querer, que me quieran completa, que me hagan arte.
Hace tiempo que dejé de tenerle miedo a la soledad, me cansé de terminar hecha pedazos por amores baratos y aprendí a quererme a mí misma antes que a nada.
Y es que ya no estoy para andar convenciendo. Resolví la ecuación y lo supe. En mi vida va a quedarse solamente quien quiera quedarse. Ni más, ni menos. Que se quede quien me demuestre que no le tiene miedo a mis malos ratos, a mis locuras, a mis tonterías y a mi risa escandalosa. No estoy para cambiarle la opinión a nadie, ni para andar escuchando excusas estúpidas, sonriendo y fingiendo que me las creo.
No estoy para adivinanzas, para que un día me quieran y al otro se arrepientan. Ya me cansé de estar con la incertidumbre, con las dudas taladrándome la cabeza. Ya me harté de esos amores que me hacen sentir en la cuerda floja, que unos días vienen y otros ni aparecen, que se van y regresan cada que quieren.
Ya no estoy para juegos, para sentirme incompleta, para compartir mis días con personas que me hace sentir sola. Ya no me creo las promesas vacías, las cosas a medias las dejo en las vitrinas y los amores tibios dejaron de servirse sobre mi plato.
Hace tiempo que me gusta estar sola, no es arrogancia o falta de interés. Simplemente, como dice mi mamá: debo quedarme donde me quieran, donde me busquen, donde me miren bonito, donde me hablen al oído y donde me besen la frente. Donde las horas se pasen lento y sienta que me necesitan a cada instante. Y sobre todo, buscar mucho porque soy mucho. Así que eso es lo que hago. Porque sí, llegó el día en que entendí que ya no estoy para pendejadas.
Aprendí a soltar a esos que me dejaron ir fácilmente. Decidí alejarme de esos a los que les da miedo enamorarse, los que están rotos y no quieren repararse. Porque ya todas las excusas me las sé de memoria y ya no estoy para conformarme con lo que hay. No estoy para andar viendo en dónde o con quién estoy menos mal. No tengo necesidad de comer las migajas que me avienten, porque eso, eso está de la fregada.
Sé que allá afuera hay un amor que sí me merece, que sí me desea. Que quiere quererme hoy y no dejarme para después. Yo ya no necesito de esos amores mediocres y fugaces que duran menos que un beso, que saben más a dudas que a respuestas. Que son como esos aguaceros que llegan sin aviso y de la misma forma desaparecen. No necesito que me quieran a ratos y me tengan a cuenta gotas, con la incertidumbre arruinando mi café de la mañana, pensando si estoy en el lugar correcto.
Así que si vas a enamorarte de mí, déjate de tonterías y hazlo con todo. Enamórate de lo mejor y de lo peor, de los días buenos y de los malos. De las sonrisas y de las lágrimas, de la primavera y del invierno. Como si fuera tu primera vez, así hazlo.
Si vas a enamorarte de mí, tengo que advertirte que no me gustan los amores cobardes. Que estoy harta de excusas y de personas que piensan que el amor es algo desechable, que si algo se rompe simplemente se tira. No creas que soy exigente, pero si tienes que elegirme entre otras personas, tal vez te convenga quedarte con alguna de ellas. Sinceramente no me interesa luchar por la atención de alguien. No me lo tomes a mal, pero he llegado al punto de creer que esto del amor se siente desde el principio. Así que si no logré mover nada en ti, mejor seguimos con nuestras vidas y dejamos de forzar las cosas como dos completos idiotas. No, no estoy loca. Pero siempre he pensado que el chiste de estar con una persona es sentir que has encontrado a alguien que realmente te quiere, en este mundo tan despreciable, tan lleno de mierda. En este mundo donde ya nadie se arriesga, donde ya nadie pone de su parte, donde ya nadie manda cartas o dedica canciones sólo para provocar una sonrisa o para alegrar un corazón. Así que, por favor, si vas a venir a enamorarme, espero que vengas con las ganas hasta el cielo y los miedos por el suelo. Porque así me enseñaron a querer y así espero que me quieran.
— m.f. // No estoy para amores mediocres
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