Porque si te vas a enamorar de mí -le dijo ella- enamórate con tu parte no física, no mortal. Con aquella con la que se puede romper y reparar, sin pensar, ni querer.
Su amor estaba fuera de lugar, e incluso fuera de este mundo, de este universo.
Él nunca logró descifrar si llegó demasiado tarde o demasiado pronto a su vida, pero su sonrisa era lo único que estaba bien, porque desde entonces siempre que le pasaba algo bueno se acordaba de ella y la usaba como comparación, pero todas las veces llegaba a la misma conclusión, ni siquiera la magia es magia si la comparas con ella.
Era diferente, sobrenatural, territorio completamente desconocido.
A veces era indecisa con respecto a las decisiones que la obligaba a tomar la vida cuando se sentía perdida y no encontraba el rumbo correcto.
Muchas veces él la vio precipitarse a mitad de un beso y otras tantas arder cuando llegaba la noche.
-¿Por qué las noches tienen que ser tan duras?- Le preguntó ella aquella vez.
-Supongo que es porque a veces extrañamos a personas o momentos a los que ya no podemos regresar- Le contestó él, buscando su mirada.
Sus ojos lucían como la noche más triste que él había visto.
Su vida era una caída constante y pronunciada, su mirada era capaz de penetrarte el alma, incluso a distancia.
Él aprendió a tener cuidado cuando se trataba de ella, sabía destruir porque la habían destrozado, sabía lo que era sentirse miserable y reemplazable por cualquier pieza del rompecabezas.
Ella solamente buscaba ser para él la paciencia con la que uno busca algo que verdaderamente desea. Una vez le dijo que si a veces no la sentía cerca aún teniéndola a unos cuantos centímetros, no pensara que ya no lo amaba; le dijo que la esperara antes de darlo todo por perdido, antes de darse por vencido.
Y es por eso que ahí sigue, esperándola, envejeciendo, con la pequeña e inmortal esperanza de algún día volverla a ver, aunque la vida los haya cambiado y aunque ellos mismos lo hayan permitido.
La noche le resulta imposible desde su inevitable partida.
— m.f. // Fragmento de un libro que tal vez escriba #8
// Noches difíciles
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