sábado, 10 de diciembre de 2016

No me intentes ligar

No me digas guapa. No me interesa que te guste mi apariencia, pues soy mucho más de lo que tus ojos pueden captar; la mejor parte de mí está adentro, es compleja, difícil, confusa y muchas veces contradictoria. Mi interior se alimenta de pasión. Crece con esa atracción mental tan difícil de encontrar, con pláticas en la madrugada dentro de un coche estacionado, con conversaciones intensas sobre temas que pocas personas son capaces de comprender, con discusiones argumentadas y cuestionamientos que me hagan pensar en cosas que nunca habían pasado por mi cabeza. No me invites por un café. Invítame a conocer mundos nuevos, a explorar territorio desconocido, a descubrir de lo que somos capaces, a seguir soñando y a cumplir nuestras metas. No me agarres de la cintura. Toma mi mano, apriétala y no la dejes ir; hazme sentir viva recordándome que las manos de los seres humanos son como las piezas de un rompecabezas, que encajan, que están hechas para estar unidas. No me beses con desesperación. Bésame con pasión, con respeto, con entrega; nunca olvides el sabor de mi boca, recuerda que con ella pronuncio las palabras para expresar lo que pienso y lo que siento, que con esa boca defiendo mi punto de vista y grito a todo pulmón, para que el mundo escuche mi voz y sepa lo que quiero. No tomes mi corazón como tu posesión. No es tuyo y nunca lo será, siéntete afortunado de que lo comparta contigo, mi posesión más valiosa, lo que me da vida, está en tus manos; cuídalo, porque no te pertenece. No intentes conquistarme. Jamás seré propiedad tuya, ni de nadie más, han habido muchos antes de ti y todos han tenido intentos fallidos de colonizarme; déjame ser libre, mía, pero compartida contigo. Cuando llore, no me tengas lástima. No me hagas sentir patética ante tus ojos, no me digas qué hacer, ni que todo estará mejor, ya sé que todo mejora eventualmente, no quieras pensar por mí, ni sentir por mí; cuando llore, solamente abrázame, acaríciame y hazme sentir que no estoy sola, que tú también lloras y que está bien llorar. Cuando me equivoque, no me humilles. Recuérdame que soy más que mis errores, que no soy blanco o negro, que tengo en mí cientos de matices al igual que tú. No me digas que soy perfecta. No me subas a un pedestal del que caeré tarde o temprano, no me encierres en una jaula de oro; acepta lo que en realidad soy, no lo que crees que soy o lo que quieres que sea. Ámame. Ámame por lo que soy, con mis aspiraciones y mis miedos, con mis virtudes y mis defectos, con mis días buenos y mis días malos, de tristeza y amargura. Cree en mí. En mi capacidad de amarte con locura y con pasión, siempre. Y nunca olvides que juntos seremos invencibles.

— m.f. // No me intentes ligar

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