Ella pretende ser alguien fuerte,
de las que le sonríen a la vida;
así la ven todos,
y es la envidia de muchos.
Pero cuando llega a casa, llora.
Ella parece ser indestructible,
pero yo la he visto quebrarse en más de una ocasión.
Ella hiere con palabras,
sabe justamente lo que hace daño y lo utiliza;
pero sus disculpas son tan acertadas.
Ella ha dejado de creer en lo eterno,
porque todo el mundo le ha fallado;
ella ha comenzado a fallarse a sí misma,
y a mí también.
Recuerdo un tiempo en el que no existía amor más puro que el de ella,
hoy en día no es capaz de querer sin lastimar,
cuando quiere lo hace siempre mal.
Nos hemos hecho añicos buscando las razones de seguir estando,
y ella ha terminado por reunir todas sus fuerzas para dejar de seguir intentando,
me pregunto si me ha considerado en alguna de sus decisiones.
No se ha marchado,
no todavía.
Simplemente se ha marchitado,
buscando cualquier excusa en la brisa para desplazarse.
Se ha convertido en una fugitiva,
pero no sabe exactamente de qué está huyendo;
lo único que sabe es que quiere huir,
quiere dejarlo todo atrás,
quiere dejar de estar atada a todo eso que le ha causado tanto daño.
Ella suele olvidarse de las cosas importantes,
y recordar lo que quiere olvidar;
tiene anclado en su pecho lo que jamás soltó,
pero que hace mucho tiempo se fue de su lado,
su corazón está repleto de remordimientos,
de pésimas decisiones.
Yo creo que por eso dirige su mirada triste hacia el horizonte,
tal vez ahí perdió para siempre aquel brillo en sus ojos;
y es que lo ha perdido todo,
menos a ella misma,
porque siempre fue su propio laberinto,
porque siempre será su propio acertijo.
A veces pienso que la vida la ahoga en un vaso de agua,
a veces ella misma se ahoga en sus pensamientos.
La miro y siento un desconocimiento,
se mira en un espejo y siente un odio a primera vista.
Me duele y me frustra el intentarlo todo y no conseguir absolutamente nada,
es como si el dolor interno le llegara de repente,
la abrazara y se negara a soltarla.
No duerme lo suficiente porque las pesadillas siempre terminan por alcanzarla,
se despierta con la respiración agitada y le cuesta demasiado abandonar su cama;
levanta toda sospecha de que ha cometido un asesinato detrás de esas ojeras,
pero a lo mejor quien ha estado muerta ha sido ella.
No la siento viva desde hace mucho tiempo,
y lo único que quiero es que vuelva a ser ella de verdad.
Es triste que alguien como ella dé por hecho que no vale la pena,
cuando yo mataría por verla feliz hasta que le duela la vida de tanto reír.
— m.f. // Son tantas las maneras de no estar,
aunque no te hayas ido