"Estás hermosa." Él susurró, mirándola a media película.
"No digas eso." Ella no podía soportarlo. Se sentía como una mentira.
"¿Que no diga qué, hermosa?" Le preguntó en tono burlón, poniéndole pausa.
"En serio ya deja de decirlo."
"¿Por qué? Si es la verdad."
"Porque no lo es. Tú no me ves después de un día cansado. Tú no me ves probándome toda la ropa que tengo, porque siento que nada se me ve como quiero. Tú nunca me has visto llorar o frustrarme porque me fue mal en un examen para el que había estudiado un día entero. Tú no sabes lo que pienso cuando me miro en el espejo, así que no te atrevas a decir que soy hermosa. Porque yo sé que no es verdad."
Él se tapó la boca, intentando no reírse.
"Es que tú no lo entiendes, ¿verdad? Crees saber cómo te ves, pero no tienes ni la menor idea. Tienes razón, yo no te veo como tú te ves, pero tú tampoco te ves como yo te veo. Tú no te ves intentando contar un chiste que nunca terminas porque no puedes dejar de reírte, o cómo muerdes tu labio inferior mientras intentas recordar algo. Tú no ves todas las expresiones que haces mientras estamos viendo una película. Tú no ves la forma en que se iluminan tus ojos cuando hablas sobre todos esos libros que te gustan. Tú no puedes verte cuando te quedas dormida en mi coche o cómo gritas cuando pasan esa canción que tanto amas en la radio. Pero yo sí te he visto, y es por eso que tengo todo el derecho a decirte lo hermosa que eres."
No hay comentarios:
Publicar un comentario