viernes, 29 de noviembre de 2019

Libertad

Siempre fuiste libre de dejarme 
y largarte sin importar 
lo que estabas perdiendo. 
Pero también eras 
libre de quedarte 
y seguir luchando 
por mí cada día, 
por nosotros.
Eras libre de besarme 
hasta hincharme los labios. 
Pero también eras libre 
de besar otras bocas 
y no regresar nunca más. 
Eras libre de conocer 
cada uno de mis defectos
y llegar a enamorarte de ellos. 
Pero también eras libre 
de buscar ser feliz en algún 
otro lugar lejos de mis errores. 
Eras libre de acomodarme 
un mechón de cabello 
mientras yo te cantaba 
en algún bar.
Pero también eras libre 
de irte tomado de la mano
de la primera persona 
que te hiciera segunda.
Eras libre de sentarte 
a escuchar cada una 
de mis anécdotas. 
Pero también eras 
libre de ignorarlas 
al no soportar que hubiera 
una historia antes de ti.
Eras libre de escribirme a 
cualquier hora, 
de buscar 
cualquier pretexto 
y preguntarme 
cualquier cosa. 
Pero también eras 
libre de mandarles 
te extraños, 
te quieros 
y te deseos 
a otras personas. 
Eras libre de contarme 
lo que no te dejaba dormir 
durante la noche 
o quedarte conmigo 
sin dormir toda la noche
Pero también eras libre 
de aislarte, 
de callarte 
y guardarte 
todo eso que sentías.
Eras libre de borrarme 
de la faz de la tierra, 
de seguir con tu vida 
como si yo no existiera
y olvidarte de mí
Después de todo, 
siempre fuiste libre 
de hacer lo que se te 
diera la regalada gana. 
La gente suele creer que 
la libertad es poder irse. 
Pero permanecer 
también es una elección. 
Y por supuesto que siempre 
fuiste libre de dejarme. 
Pero también 
eras libre de quedarte,
aunque siguieras pensando 
que sería mucho más fácil 
largarte para siempre 
mientras te levantabas 
por la mañana 
me dabas un beso 
apresurado y de salida.
Y es que, 
tú siempre creíste 
que la libertad era no estar. 
Y yo sigo creyendo 
que la libertad es elegir 
a qué nos encadenamos.

— m.f. // Libertad