lunes, 28 de octubre de 2019

El destino

El destino no es algo escrito, 
es algo que se reconoce, 
que llega un día sin esperarlo. 
Por ejemplo, 
cuando yo te vi 
supe inmediatamente 
que me enamoraría de ti
Pero al no ser una ciencia exacta, 
no podía saber 
si tú me querrías también, 
si se daría algo entre nosotros, 
si terminaríamos haciéndonos daño o no. 
Tampoco podía adivinar si tu tacto 
sería suave o áspero, 
cómo sería el sabor de tus labios 
o si después de muchos altibajos 
terminarías cansándote de mí, 
de mi malhumor y 
mis comentarios fuera de lugar
o si yo terminaría renunciando 
a lo adictiva que parecía 
la incertidumbre a tu lado. 
Porque en efecto, 
el destino no está escrito en piedra. 
Es sólo una fuerza que nos junta o separa 
y nos hace chocar contra 
lo que la vida nos tiene preparado. 
¿Qué hubiera pasado si aquél día 
no hubiera volteado yo a tu dirección
¿o si algún imprevisto te hubiera impedido 
llegar a ese encuentro que nadie planeó? 
De todos los lugares en los que podía estar, 
estuve en el preciso momento 
para verte suceder frente a mí, 
qué maravilla, 
qué fortuna. 
El destino es caprichoso, 
sí, pero quién no. 
El destino es inevitable, también, 
pero somos nosotros los que decidimos 
adentrarnos a lo que nos tiene preparado 
o simplemente ignorarlo. 
Entre todas esas cosas 
que ya me sé de memoria,
desde que te conocí, 
mi regla número uno es 
siempre aceptar lo inesperado.

— m.f. // El destino