Un día estaba todo bien.
Contigo sentí algo que nunca antes había sentido:
seguridad.
Como si, por primera vez,
mi corazón tuviera un lugar en donde descansar,
y mi mente uno en donde dejar de sobrepensar.
No tenía miedo.
No dudé.
Me entregué a la calma de estar contigo,
a la certeza de que esta vez,
tal vez,
todo sería diferente.
Y entonces, un martes cualquiera,
me dejaste con todo el amor en las manos.
Sin previo aviso, sin una grieta visible antes de la caída.
Solo un silencio lleno de despedidas no dichas,
solo una ausencia que se sintió como un eco infinito.
Y yo me quedé ahí,
sosteniendo todo lo que aún tenía para darte,
pero que ahora ya no sabía en dónde poner.
Me hice tantas preguntas…
las mismas, una y otra vez.
¿En qué momento dejó de ser suficiente?
¿Qué fue lo que no vi?
¿Por qué no fuiste capaz de quedarte?
Pero el silencio resolvió mis dudas,
o tal vez fui yo quien encontró las respuestas dentro de sí misma.
No fue el timing.
No fue la distancia.
No fue el miedo.
Simplemente, no eras tú.
Tal vez te idealicé demasiado.
Tal vez amé más la idea de lo que podríamos haber sido
que la realidad de lo que éramos.
Tal vez para ti nunca fue tan real como lo fue para mí.
No lo sé.
Pero al final del día,
no puedo quebrarme la cabeza intentando entender la tuya.
No quise darte espacio para explicaciones,
porque sabía que cualquier palabra que
saliera de tu boca sería un consuelo falso.
Tu decisión ya estaba tomada.
Y aunque dolió,
hoy entiendo que era lo mejor.
Pasé tanto tiempo preguntándome qué hice mal,
en qué fallé,
cuál fue mi error.
Pero no.
No soy demasiado.
No soy poco.
Soy yo.
Y para alguien, eso será suficiente.
Para mí ya lo es.
No te odio.
No te guardo rencor.
Te quise de verdad.
Te habría elegido una y mil veces,
a pesar de las adversidades.
Pero el que tú no me eligieras,
me obligó a elegirme a mí.
El que tú no me quisieras,
me enseñó a quererme más a mí.
Y, aunque no lo creas,
incluso ahora,
agradezco haberte conocido.
Agradezco haberte sentido y
haberme permitido entregarme
a pesar de la incertidumbre.
Porque todo lo que llega,
nos va acercando a lo que realmente nos pertenece.
Pero hoy sé que no eras tú.
Que nunca fuiste.
Y que nunca serás.
Porque aunque las cosas
se acomodaran,
aunque la distancia
se acortara...
Aunque volvieras
y dijeras todas las palabras
que te imaginé tantas veces diciendo en mi cabeza,
no sería suficiente.
En este punto,
ya nada sería suficiente.
Porque no puedo volver a un lugar
donde la seguridad ya no existe.
Donde la base que nos sostenía,
se rompió.
Y claro que duele.
Claro que pesa.
Pero no voy a hundirme por algo
que no era para mí,
algo que se sentía como
prestado.
Todo pasa.
Y yo voy a estar bien.
Lo que tuvimos fue especial,
claro que lo fue.
Pero así como conecté contigo,
voy a conectar con muchos más.
Porque sé amar.
Porque sé cuidar.
Porque sé entregarme.
Porque sé que el amor no es miedo,
ni incertidumbre,
ni alguien que duda de si quiere quedarse.
Porque sé que merezco un amor
que sea tan grande como lo que llevo dentro.
Quiero enamorarme,
quiero sentirlo todo.
Lo bueno, lo malo y todo lo que hay en medio.
No quiero amores tibios.
No quiero dudas disfrazadas de promesas.
Quiero alguien que me ame con la misma intensidad
con la que yo amo la vida.
Te deseo mucha luz y felicidad.
Que encuentres lo que buscas,
que cumplas todas tus metas
y los sueños que me platicaste.
Que encuentres ese amor que no te genere dudas,
que te haga sentir tan seguro como yo me sentí contigo.
Yo seguiré con mi proceso de autodescubrimiento.
Porque ya no soy la misma de antes.
Ya no soy la que se queda esperando,
la que se pierde intentando entender lo que no tiene sentido.
Ya no soy la que se olvida de sí misma
por retener a alguien que no me elige.
Ahora soy la que encuentra contención en sí misma,
la que se abraza en su dolor y lo convierte en fuerza.
La que se levanta,
la que entiende que no depende de nadie más
para ser suficiente.
No te guardo rencor,
pero sí me guardo a mí.
Me guardo el amor que no me diste,
me guardo la paz que me quitaste,
y me guardo la lección que aprendí:
soy suficiente por el simple hecho de ser yo.
No tengo que pelear por un lugar en la vida de alguien.
El lugar que me corresponde es el que yo misma me hago.
Y estoy agradecida,
porque todo lo que vivimos
me hizo entender que soy capaz de sentir y entregarme
sin tenerle miedo a la incertidumbre.
Así que hoy, después de todo,
me quedo con la certeza de que todo lo que se va,
es para dejar espacio a lo que merece llegar.
Sé que lo mejor siempre llega después,
cuando el espacio se limpia,
cuando lo que no sirve se va.
Y sé que mi destino está por venir,
porque ya lo estoy construyendo,
con todo lo que soy,
con todo lo que aprendí a ser.
Y yo sé que será mucho mejor,
porque incluso yo soy mejor ahora que te fuiste.
Y mientras tanto,
seguiré amando la vida.
Seguiré aprendiendo a cuidarme,
a ser mi propio refugio.
A ser mi propio todo.
Seguiré creciendo, aprendiendo, conociendo
y abriéndome a todo lo que está por llegar.
Y cuando el amor que merezco llegue,
será el tipo de amor que se queda,
que me elige sin reservas,
que no tiene dudas.
El tipo de amor que se construye,
que se respeta,
que crece con el tiempo.
Ese amor será para mí.
Así que ya no me quedan preguntas
sin respuesta,
ni dudas, ni vacíos que me atormentan.
Todo se va acomodando,
y yo me entrego a ese flujo,
a esa certeza de que todo tiene su razón de ser.
No tengo que entender cada pieza del rompecabezas,
porque el Universo ya tiene todo trazado.
Solo me dejo llevar,
porque sé que en cada paso,
me acerco más a mi propósito,
Lo que no fue, no era para mí,
y lo que viene, será aún mejor.
Lo que se fue, se fue porque ya no encajaba
y lo que llegue, lo recibiré con los brazos abiertos,
con la certeza de que será justo lo que necesito,
en el momento exacto,
cuando esté lista para recibirlo.
No tengo miedo de lo que vendrá,
no temo al vacío
ni a la soledad,
porque sé que el Universo tiene un plan,
y me está guiando a mi destino.
Cada paso, cada lección,
cada adiós,
me acerca más a mí misma
y me aleja de lo que no me hace bien.
Al final, sé que todo se alinea,
que todo encaja,
y que lo único que tengo que hacer es confiar.
Porque el Universo, siempre,
siempre me lleva hacia donde debo estar.
— m.f. // Al perderte, me encontré a mí